Agencias, Ciudad de México.- La parte más difícil del trabajo de Andrés Franco es escoger a quién ayudar entre la multitud de escritores y artistas que piden refugio y apoyo.
“Hay cientos y cientos de casos de personas que están encarceladas, escondidas, que tienen que salir (de su país) y ahora con lo que ha pasado en Afganistán, con lo que sucede en Ucrania, el año pasado con el golpe de Estado en Birmania, cada vez es peor. Las solicitudes se han disparado”, dijo Franco, director ejecutivo de City of Asylum (Ciudad de Asilo) en Pittsburgh, Pensilvania.
Los pedidos de ayuda también llegan desde Latinoamérica, aseguró el colombiano de 45 años que recibe solicitudes de escritores y artistas que dicen que no pueden trabajar en sus países debido a falta de libertad de expresión. Piden apoyo para poder vivir temporalmente en Pittsburgh y realizar allí su trabajo con ayuda de la organización.
Y es que City of Asylum Pittsburgh -una entidad que ha crecido exponencialmente desde que fue fundada en 2004- ha acogido a tres escritores latinoamericanos a largo plazo y otros dos a mediano plazo en los últimos años ofreciéndoles casa, seguro médico, asistencia legal, profesional y dinero para subsistir.
En la actualidad el grupo ofrece esa ayuda por tres años y si el “escritor en residencia” necesita ayuda adicional, ésta se suele conceder dependiendo del caso.
De los seis escritores y artistas que la organización acoge ahora, uno es cubano. Franco dijo que la valentía que tienen estos intelectuales “es algo que inspira a todos en City of Asylum”.
“Nos mueve a defender la libertad de expresión y la libertad de expresión creativa, en particular. A pesar de que estamos en el siglo XXI, las cosas se ponen peor para artistas y escritores desamparados y por eso es importante mantener vivas sus voces”, dijo el colombiano, quien llegó a Estados Unidos en el 2000 con una beca para estudiar piano y a Pittsburgh en 2015 para ser el director residente de la Orquestra Sinfónica de Pittsburgh.
La orquestra realizó programas culturales junto a City of Asylum y así es como Franco dio el salto para dirigir la organización “conmovido”, dijo, no tan sólo por la labor de los escritores sino por la comunidad en Pittsburgh que quiso acogerlos e iniciar la organización.
City of Asylum Pittsburgh ha inspirado a grupos en otras ciudades, como Detroit, a hacer lo mismo. En una ciudad universitaria llamada Ithaca, en Nueva York, también existe otro programa de refugio a escritores que se sienten acosados en sus países de origen. El caricaturista nicaragüense Pedro Molina fue ayudado allí recientemente y sigue en esa ciudad.
Los tres grupos -Pittsburgh, Ithaca y Detroit- forman parte de una red internacional llamada International Cities of Refugee Network (ICORN). La red, con sede en Noruega, recibe las solicitudes de ayuda y las más de 70 ciudades o grupos en el mundo que la integran analizan si pueden acoger al solicitante.
DE SALVADOREÑO, A VENEZOLANO, A CUBANO
El primer latinoamericano que acogió City of Asylum Pittsburgh fue Horacio Castellanos Moya, un salvadoreño que escribió una crítica a su país en el libro “El asco: Thomas Bernhard en San Salvador.” Castellanos Moya huyó de El Salvador tras recibir amenazas después de la publicación del libro.
Tras residir en Frankfurt, City of Asylum Pittsburgh lo acogió en 2006 hasta 2011. En la actualidad Castellanos Moya enseña en la Universidad de Iowa.
El escritor Israel Centeno llegó a Pittsburgh en 2011 tras huir de Venezuela. Años antes había escrito en su país natal “El complot”, una novela sobre un atentado contra el presidente por parte de un grupo de extrema izquierda. Tras su publicación recibió amenazas, golpes, insultos y acoso sistemático por parte de las autoridades, dijo, que interpretaban el libro como el deseo de atentar contra el entonces presidente Hugo Chávez.
Durante un encuentro literario en España el editor de Centeno y otra persona se pusieron en contacto con City of Asylum Pittsburgh y le explicaron a la organización el acoso que sufría el escritor. El venezolano llegó a Estados Unidos con una visa de turista tras ser acogido por City of Asylum y más adelante logró una visa de habilidad extraordinaria. Logró sacar a su esposa y dos hijas de Venezuela con la ayuda de City of Asylum, que apoyó cubriendo gastos.
“Ellos van más allá. No es nada más una institución. Uno siente que hay una familia”, dijo Centeno sobre el grupo. “Es una organización que ha crecido sin perder ese aspecto humano porque cuando un escritor viene no solamente viene a buscar un lugar donde meterse, sino que viene golpeado emocionalmente. Ese apoyo emocional y afectivo es necesario”, agregó.
Además de Castellanos Mora y Centeno, City of Asylum ha acogido a aproximadamente 15 escritores y artistas desde 2004. La organización se mantiene gracias a donaciones y aportes de fundaciones y ofrece apoyo a intelectuales que han podido salir de sus países de origen y se encuentran en Estados Unidos legalmente, aunque en algunos casos también los ayuda a salir.
El escritor cubano Jorge Olivera Castillo llegó a Pittsburgh en noviembre de 2021 tras asegurar que fue forzado a abandonar Cuba a fines de 2020 debido a su disidencia y al activismo de él y de su esposa, Nancy Alfaya Hernández.
Fue recibido en Harvard, que hizo gestiones para sacarlos de Cuba con visa de intercambio académico. De Harvard fueron a la Universidad de Las Vegas, que también tiene su propio programa para escritores que piden ayuda.
Ahora, Olivera Castillo es ayudado por City of Asylum y es un “visiting scholar” en la universidad de Pittsburgh, es decir, un “visitante académico” y por consiguiente su visado es el que tienen académicos y profesores que se encuentran en Estados Unidos para intercambios culturales o proyectos de investigación.
El cubano acaba de escribir un libro sobre su experiencia como soldado en la guerra de Angola, a la que fue de adolescente enviado por el gobierno cubano. Tras 26 meses allí regresó a su país y pasó una década trabajando como editor de la televisión oficial cubana.
En 1993, sin embargo, se declaró disidente y creó su propia agencia de prensa independiente. En 2003 fue arrestado en lo que se recuerda como “La Primavera Negra”, cuando el gobierno de Fidel Castro detuvo a 75 personas, entre los que se encontraban médicos y periodistas, que fueron puestos en prisión.
Olivera Castillo, ahora de 60 años, acabó en la cárcel Combinado Provincial de Guantánamo, justo al lado de la conocida prisión estadounidense. Fue condenado a 18 años de prisión.
“Estuve confinado a una celda en solitario durante nueve meses. Fue terrible. Vivía con nubes de mosquitos, agua sucia, comida en mal estado. En fin, fue un pase por el infierno, literalmente”, dijo.
Tras pasar por dos cárceles más fue liberado a fines del 2004 gracias a la presión internacional y el trabajo de las Damas de Blanco, esposas y madres que luchan a favor de la liberación de familiares encarcelados en Cuba. Su esposa es una de las fundadoras de las Damas de Blanco.
Olivera Castillo, que ha publicado seis cuadernos de poemas y dos de cuentos, ha comenzado otro libro de poesía.
Cuando se le pregunta a Franco por qué se ha ayudado a estos latinoamericanos y no a otros, el colombiano responde que “no hay una razón específica”.
“Evaluamos cada caso en el contexto de nuestro programa y tomamos una decisión”, aseguró.
Las autoridades cubanas no respondieron preguntas de Associated Press sobre Olivera Castillo.
UN NICARAGÜENSE EN ITHACA
A unos 500 kilómetros de Pittsburgh, en Ithaca, Nueva York, un grupo de voluntarios llamado Ithaca City of Asylum acogió recientemente al caricaturista nicaragüense Pedro Molina, quien huyó de Nicaragua en diciembre de 2018 después de que las oficinas del diario en el que trabajaba, El Confidencial, fueran allanadas por las autoridades nicaragüenses.
Tras llegar a Estados Unidos con una visa de turista, Ithaca City of Asylum le ofreció alojamiento, asesoría legal y lo conectó a la red universitaria de la ciudad para que trabajara allí. El programa de apoyo dura dos años.
“Es un gran respiro para la gente que puede venir acá, pero desde el momento en que uno llega no es que uno pueda relajarse porque siempre está pensando ‘bueno, esto termina en tal fecha’,” dijo Molina, quien ahora da clases de caricatura en la Universidad de Cornell, en Ithaca.
En abril de 2018 se produjeron protestas multitudinarias en Nicaragua contra el gobierno del presidente Daniel Ortega. El mandatario aseguró que las manifestaciones habían sido orquestadas y apoyadas desde el exterior para desalojarlo del poder.
El año pasado, docenas de líderes opositores fueron arrestados antes de celebrarse las elecciones. Entre ellos está Cristiana Chamorro, hermana de Carlos Fernando Chamorro, director de El Confidencial, que opera el medio desde afuera de Nicaragua.
En Ithaca, Molina, ganador del Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2021 y de un premio de periodismo Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia, sigue dibujando para El Confidencial y sueña con que la situación cambie en su país.
“Desde el año pasado que recrudeció la censura y la persecución a los medios de comunicación, desde julio del año pasado, han salido de Nicaragua el doble de periodistas que salieron en el 2018,” dijo Molina en referencia a las protestas que ocurrieron ese año y acabaron con más de dos decenas de muertos.
“O sea, la situación está peor que nunca”.
Los derechos de inclusión, el gran tema de las elecciones del 2021: IEPC
Parlamento Juvenil 2019, espacio para el análisis y participación democrática
Candidato del PRI al Gobierno de Zacatecas y su esposa ocultan compra de residencias en Miami