Agencias, Ciudad de México.- Parece que fue ayer cuando Yuri – la inefable Yuridia Valenzuela Canseco, nacida en el puerto de Veracruz el 6 de enero de 1964 – era la cantante mexicana más popular y polémica, que llegó a ser comparada de manera constante y consistente como la versión latina de Madonna, mientras que era una de las artistas latinoamericanas más exitosas de la historia de la música popular en español, con 30 millones de discos vendidos desde 1978, cuando inició su carrera.
Hoy, sigue siendo una figura relevante, aunque ya no tanto por su música o su simpatía (que es innegable), sino por sus opiniones que hacen más difícil tenerle cariño, ya que cada vez que las emite, acaba por ofender más y más a uno de los sectores que por años la favoreció con cariño: la comunidad LGBTQI+.
No es para menos: mientras que son los fans gays quienes más fieles permanecieron a la intérprete de ‘Maldita primavera’ y ‘Detrás de mi ventana’ durante sus periodos más bajos y siguieron llenando sus presentaciones personales, en una época en la que la venta de discos ya no sirve para garantizar un estilo de vida, ésta los ha estocado una y otra vez con comentarios que deliberadamente sirven para violentar y negar los derechos humanos de una comunidad, todo en nombre de los dictados de la secta a la que pertenece.
Sí, secta.
Recordemos que en 1995, después de haber protagonizado la terrible telenovela de Emilio Larrosa (y era realmente espantosa) ‘Volver a empezar’ al lado de Chayanne – que impuso un nuevo estándar en la ineptitud actoral –, Yuri sufrió una fuerte crisis emocional de la que salió al casarse con Rodrigo Espinoza, su actual marido, que además de ser cantante con la banda chilena de pop Aleste, es pastor de una secta cristiana: esta transformación religiosa (e ideológica) pareció por fin traer la serenidad mental que la rubia requería, pero ¿a qué costo?
Yuri nunca fue ajena a la controversia antes: su relación espinosa con su madre, Dulce Canseco, que era su mánager y que la lanzó a la fama desde que era una adolescente, hizo correr ríos de tinta: muchos lectores quizá no lo recuerden, pero la noche de la tercera edición de los premios TVyNovelas en 1985, auxiliada por Luis Miguel y otras celebridades, Yuri se fugó con Fernando Iriarte Woodside (el hijo mayor de la célebre personalidad de la radio, Maxine Woodside) para casarse a escondidas.
Este fue un momentazo mediático: un drama de celebridades previo a la era de las redes sociales, que tenía al público pegado a los periódicos. Doña Dulce le dejó de hablar a su hija por muchos años y fue con el apoyo de Espinoza, que por fin se dio una reconciliación. Iriarte guió a Yuri a lo que fue su época de mayor éxito: la revolución de su imagen de niña buena y optimista, aunque muy reprimida y controlada por su mami (todos recuerdan el tema ‘Tiempos mejores’, que la llevó a ganar el segundo lugar en el Festival OTI internacional en 1984, irónicamente escrito por Sergio Andrade) por la de una mujer sensual, liberada y fabulosa: esta fue la época de ‘¿Es ella más que yo?’, ‘¿Qué te pasa?’, ‘Cuando baja la marea’, y otros éxitos. La separación de Iriarte en 1993 vino a causar una espiral de declive sin control de la que emergió en 1995 con el disco ‘Espejos del alma’ y posteriormente con el cover del tema popularizado Nydia Caro ‘¿Y tú cómo estas?’ solo que con la letra modificada para hacer alusión a su nueva fe Cristiana Evangélica Renacida (Born again Christian), a la que ella y Espinoza se convirtieron.
A partir de entonces y hasta ahora hay una dicotomía en Yuri que es cada vez más difícil de aceptar: sus declaraciones negando los derechos de las parejas homosexuales (sin importar el género) a casarse y a tener hijos, ya sea naturales o adoptivos, han levantado en más de una ocasión ámpula, sobre todo porque si bien provienen de una noción ideológica basada en un sectarismo religioso, también son una muestra de ingratitud – voluntaria o no – al que ha sido el sector más fiel de su fanaticada. Donde otros practicantes de este estilo de cristianismo han preferido mantener sus creencias al margen, Yuri no ha seguido esta línea, y si bien su honestidad es refrescante, tampoco está exenta de una superioridad moral (“mi alma está salvada por ser cristiana”, ha declarado) que resulta, con el paso de los años, más difícil de digerir.
No son pocos los fans de Yuri que se han apartado de ella, y esto no puede resultarle del todo indiferente. No es que su personalidad, siempre afable y jovial se haya vuelto agria. En absoluto: es solo que hay ciertas cosas que no deben cuestionarse ni negarse, y que ella como figura pública tiene un precio. Y su credibilidad puede ser el más alto.
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