Especial
Fidel Castro y Ernesto Che Guevara se conocieron en julio de 1955 por intermedio de Raúl Castro, a partir de ese momento se convirtieron en hermanos de lucha por un mundo de igualdad y justicia.
Con respeto, Fidel recuerda cómo fueron esos primeros encuentros. En el libro Fidel y la Religión, de Frei Betto, expresa:
“(…) así que cuando nos encontramos con el Che, ya era un revolucionario formado; además, un gran talento, una gran inteligencia, una gran capacidad teórica. (…) A todo eso se unían también condiciones humanas excepcionales, de compañerismo, desinterés, altruismo, valentía personal.”
“Desde que estábamos en México y se incorporó a nuestro movimiento, ─afirmó Fidel─ me hizo prometerle que después de la victoria de la revolución en Cuba, se le autorizaría a volver a luchar en su patria o por América Latina. Así estuvo varios años trabajando aquí en importantes responsabilidades, pero siempre pendiente de eso. Al final, lo que nosotros hicimos fue cumplir el compromiso contraído con él, no retenerlo, no obstaculizar su regreso.”
En las conversaciones con el intelectual y periodista Ignacio Ramonet, recogidas en el libro Cien horas con Fidel, el líder cubano también rememora varias vivencias y explica cómo fue el inicio de aquella hermosa amistad.
“(…) Uno de los primeros que sale hacia México es Raúl. Estaban ya acusándolo hasta de poner bombas, y yo mismo le digo: “Tienes que salir”. Va para México y allí conoce al Che por intermedio de nuestros compañeros que ya estaban allí. Bueno, aún no era el Che, era Ernesto Guevara, pero como los argentinos les dicen a los demás “¡Che!”, los cubanos empezaron entonces a llamarlo a él “Che”, y así se le fue conociendo…”
“Yo me retardo un poco porque yo era un muerto un poquito más pesado, pero llegó el momento también en que tuve que salir para México. Durante esas semanas después de nuestra salida de prisión, habíamos desarrollado una intensa campaña de divulgación de nuestras ideas y propósitos, habíamos estructurado nuestra propia organización revolucionaria —el Movimiento 26 de Julio—y habíamos demostrado la imposibilidad de proseguir la lucha por vías abiertas y legales, por lo que salimos hacia México con la intención de preparar desde fuera la siguiente etapa de esa lucha”.
En Cien horas con Fidel, Ramonet cuenta:
—¿Usted se da cuenta, cuando lo encuentra por primera vez, que el Che es diferente?
Él tiene la simpatía de la gente. Era de esas personas a quien todos le toman afecto inmediatamente, por su naturalidad, su sencillez, por su compañerismo, su originalidad, y por todas sus virtudes.
(…) Él sabía también que en nuestro movimiento había pequeña burguesía y había de todo; veía una revolución de liberación nacional, una revolución antimperialista, no veía todavía una revolución socialista, pero estaba feliz, y se suma rápido, se enrola de inmediato.
Junto a los combatientes Raúl Castro, su hermano, Jorge Sotús y Juan Almeida, agachados; de pie de izquierda a derecha, Guillermo García, Che Guevara, Universo Sánchez, Fidel y Crescencio Pérez, 1957. Foto: Libro: “Fidel Castro Guerrillero del Tiempo” / Sitio Fidel Soldado de las Ideas.
Junto a los combatientes Raúl Castro, su hermano, Jorge Sotús y Juan Almeida, agachados; de pie de izquierda a derecha, Guillermo García, Che Guevara, Universo Sánchez, Fidel y Crescencio Pérez, 1957. Foto: Libro: “Fidel Castro Guerrillero del Tiempo” / Sitio Fidel Soldado de las Ideas.
—¿El Che no tenía ninguna experiencia militar cuando llega allí?
No, ninguna. No tenía.
—¿Allí aprende?
Estudia y practica, pero él está como médico de la tropa, y resultó ser un médico destacado, atendía a los compañeros. Ahora, una cualidad que lo retrata, una de las que yo más apreciaba, entre las muchas que apreciaba. El Che padecía de asma. Ahí estaba el Popocatépetl, un volcán que está en las inmediaciones de la capital, y él todos los fines de semana trataba de subir el Popocatépetl. Preparaba su equipo —es alta la montaña, más de 5 mil metros, de nieves perpetuas—, iniciaba el ascenso, hacía un enorme esfuerzo y no llegaba a la cima. El asma obstaculizaba sus intentos.
A la semana siguiente intentaba de nuevo subir el “Popo” —como le decía él— y no llegaba. Nunca llegaba arriba, nunca llegó a la cima del Popocatépetl. Pero volvía a intentar de nuevo subir, y se habría pasado toda la vida intentando subir el Popocatépetl, hacía un esfuerzo heroico, aunque nunca alcanzara aquella cumbre. Usted ve el carácter. Da idea de la fortaleza espiritual, de su constancia, una de sus características. Una voluntad…
Era tremendo, eso lo retrataba. A él no le importaba lo difícil. Lo intentaba, y estaba seguro de que llegaría.
— ¿No había problema de que él no fuese cubano?
Sí, en México lo habíamos puesto al frente de un campamento y hubo algunos que empezaron a hablar de que era argentino, y se buscaron la gran bronca conmigo. Le voy a decir los nombres algún día. No tengo que decir los nombres ahora, después cumplieron. Sí, allá en un campamento de México… Y aquí, en la guerra nuestra, bueno, ya como era el médico, su valentía, sus condiciones, lo hicimos comandante, jefe de una columna y se destaca por un montón de cualidades.
— ¿Humanas, políticas, militares?
Humanas y políticas. Como hombre, como ser humano extraordinario. Era, además, un hombre de elevada cultura, era un hombre de gran inteligencia. Y con cualidades militares también. El Che fue un médico que se convirtió en soldado sin dejar de ser médico un solo minuto. Hubo muchos combates en los que estuvimos juntos. Yo reunía las tropas de los dos y hacíamos una operación, una emboscada.
— Una vez la victoria obtenida, ¿Che Guevara insiste en que quiere marcharse, que quiere hacer la revolución en Argentina?
Ese compromiso existía, y yo siempre le dije: “No te preocupes, que ese compromiso se cumple.” Pero el Che tenía un gran entusiasmo con la Revolución.
— El Che era partidario del trabajo voluntario, ¿verdad?
El Che impulsó mucho el trabajo voluntario. Fue el creador, el promotor del trabajo voluntario en Cuba. Todos los domingos se iba a hacer trabajo voluntario, un día en la agricultura, otro día a probar una máquina, otro día a construir.
Mantenía estrechos contactos con los centros de trabajo, conversaba con los obreros, a veces iba a los muelles, a las minas, a veces iba a los cañaverales a cortar caña… Tú lo veías: si se hacía una combinada y había que subir a la combinada, él montaba en la combinada de caña; si había que construir, él con una carretilla; si había que cargar sacos, él cargando sacos. Nos dejó la herencia de aquella práctica que, con su ejemplo, conquistó la simpatía v la adhesión a esa práctica en millones de nuestros compatriotas.
¡Un verdadero ejemplo! Todas esas son cosas admirables. En esas situaciones, me gustaban esas características del Che.
Primer encuentro de Fidel y Che desde la salida de las columnas invasoras de la Sierra Maestra y luego del triunfo revolucionario en Camagüey, 5 de enero de 1959. Foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas.
Primer encuentro de Fidel y Che desde la salida de las columnas invasoras de la Sierra Maestra y luego del triunfo revolucionario en Camagüey, 5 de enero de 1959. Foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas.
—Su imagen está en todo el mundo.
El Che es un ejemplo, eso es lo que es. Una fuerza moral indestructible. Su causa, sus ideas, en esta hora de lucha contra la globalización neoliberal, están triunfando. Y luego, en junio de 1997, qué mérito el de los que encontraron su cadáver y el de otros cinco compañeros. Hay que agradecer, incluso, a los bolivianos, a las autoridades, cooperaron, se dedicaron, ayudaron.
—¿Cuál es la gran lección que deja el Che?
¿Qué queda? Yo pienso que lo más grande son realmente los valores morales, la conciencia. El Che simbolizaba los más altos valores humanos, y un ejemplo extraordinario. Creó una gran aureola y una gran mística. Yo lo admiraba mucho, y lo apreciaba. Siempre produce mucho afecto, esa admiración. Y le expliqué la historia de por qué yo me acercaba mucho más a él… Son muchos los recuerdos que nos dejó, y por eso digo que es uno de los hombres más nobles, más extraordinarios y más desinteresados que he conocido, lo cual no tendría importancia si uno no cree que hombres como él existen por millones y millones y millones en las masas. Los hombres que se destacan de manera singular no podrían hacer nada si muchos millones, iguales que él, no tuvieran el embrión o no tuvieran la capacidad de adquirir esas cualidades. Por eso nuestra Revolución se interesó tanto por luchar contra el analfabetismo, y por desarrollar la educación.
Para que todos sean como el Che…
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