Monitor Sur
Santiago de Chile, 3sep2014.- El “antipoeta” Nicanor Parra cumplirá este viernes 100 años recluido en su casa del balneario de Las Cruces en Chile, revisando libros y distante de los homenajes que le prodigan en su país a quien quiso reinventar la poesía.
“Es un privilegio tenerlo vivo, ha marcado a todos los chilenos”, dijo la ministra de Cultura, Claudia Barattini, quien pidió a sus connacionales leer sus versos al unísono al mediodía del viernes.
Parra, un hijo pobre de campesinos trovadores que llegó a estudiar física en la Universidad de Brown en Estados Unidos, fue siempre un adversario de la lírica tradicional, de sus rosas y su perfección.
“La poesía fue el paraíso del tonto solemne, hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa”, dijo el artista tras la publicación en 1954 de Poemas y Antipoemas.
Prostitutas, ataúdes e ironías irrumpieron en sus versos, donde llamó a los poetas a clavar las plumas escribanas en las cabezas de sus lectores, proponiendo “echar sangre por boca y narices”.
Todo su esfuerzo fue dirigido durante décadas a reinventar el lenguaje poético a partir de las teorías del inglés Ludwig Wittgenstein, quien sostuvo en el siglo XX que el significado de una palabra o proposición estaba en su uso.
A partir de ello, Parra situó el significado y trascendencia de lo poético en lo cotidiano, subvirtiendo el español lírico, como antes lo hiciera el nicaragüense Rubén Darío con la prosa en Azul.
Heredero del modernismo latinoamericano en la rebelión del lenguaje, Nicanor Parra marcó sin embargo distancias en sus usos y tonos, notoriamente más urbanos e irónicos.
De hecho, la “antipoesía” de Parra es un intento por poetizar lo cotidiano, lo pedestre, la vida del hombre de a pie, como los campesinos y jornaleros de su natal Chillán.
En detalle, el sistema antipoético incluye un personaje antiheroico, humor, sarcasmo y un verso cuyo léxico y sintaxis no obedecen al modelo literario clásico, sino al lenguaje cotidiano.
Su opción literaria lo llevó a ser reconocido con el Premio Nacional de Literatura 1969 y el Cervantes en 2012.
Sus obras, sin embargo, también lo distanciaron del poeta y Premio Nobel de Literatura chileno Pablo Neruda, a quien siempre consideró “ampuloso”, un “tonto solemne”.
El quiebre definitivo con la lírica tradicional -y Neruda- sucedió en 1954 cuando publicó Poemas y Antipoemas, texto que produjo un corte radical en la poesía chilena e hispanoamericana.
A partir de entonces, Parra sufrió su propia maldición. Es decir, fue convertido en un ícono, en una figura sacra de la literatura latinoamericana, todo lo que él no quería.
Y este viernes, el campesino y físico que quiso declamar lo cotidiano, será homenajeado con exposiciones en su honor y un concierto en el palacio presidencial de La Moneda, al que casi con certeza no asistirá.
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