Especial
Ciudad de México, 28 febrero 2018.- La animadversión del escritor Mario Vargas Llosa hacia el dirigente de Morena, Andrés Manuel López Obrador, no es nueva.
Desde antes de la primera elección del tabasqueño a la Presidencia de la República, el literato español de origen peruano arremetió contra AMLO todas las veces que pudo para tratar de desprestigiarlo, dañar su imagen y la del movimiento de izquierda que representa.
Sin embargo, en cada uno de sus intentos, el periodista Jaime Avilés, director fundador de Polemón, lo puso en su lugar. Con un ingenio extraordinario, casi siempre desde su columna Desfiladero que escribió por muchos años en el diario La Jornada, Avilés refutó las declaraciones contra López Obrador dichas por este intelectual.
En 2005, al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Vargas Llosa dijo que el populismo es el causante de la miseria, el atraso y la corrupción en América Latina y exhortó a los mexicanos a no votar por AMLO, a no votar por “el populismo”.
El periodista y director de la Revista Polemón, Jaime Avilés. Foto: Especial
Ante esto, Jaime Avilés escribió un texto titulado, Vargas Llosa en el espejo de Céline, incluido dentro del Desfiladero, su columna de opinión semanal en La Jornada, el cual vale la pena rememorar:
“Mario Vargas Llosa repitió el discurso que había recitado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un fervoroso mensaje de apoyo al salinismo en México y al colonialismo en América Latina.
Con vehemencia rayana en la esquizofrenia, el autor de La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la catedral, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, y tantas deleitosas creaciones literarias más, ofreció a sus escuchas una receta que sólo propaga y agudiza los males que supuestamente desea combatir.
Dijo que el populismo es el causante de la miseria, el atraso y la corrupción en nuestros países y que, a pesar de la falta de resultados económicos en beneficio de los pobres, “debemos perseverar” en la aplicación de las políticas del libre comercio (que tanto han enriquecido a los que ya eran ricos, dicho sea de paso).
Sobre esta sólida base argumental plantó su estandarte propagandístico, exhortando a los mexicanos a “no votar por el populismo” o, como apuntó en Guadalajara, a darle la espalda a “ese señor de la ciudad de México”, en clara referencia al precandidato de las mayorías nacionales. El objetivo final de esta prédica fanática y descabellada era impactar las primeras planas de los diarios y lograr titulares que resumieran el mensaje en pocas palabras: “Vargas Llosa contra López Obrador”.
El fanatismo político del gran escritor despierta inquietantes dudas. ¿Qué lo impulsa a obrar de este modo? ¿Estará enfermo de cataratas ideológicas y éstas le empañan las retinas hasta incapacitarlo para ver que el atraso, la miseria y la corrupción han sido precisamente las peores consecuencias de los gobiernos neoliberales habidos en México desde 1982? La respuesta afirmativa a esta pregunta es muy difícil de aceptar. El problema, su problema, tiene que estar en otra parte.
Louis Ferdinand Céline, uno de los mayores escritores de Francia en el siglo XX, colaboró con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial porque odiaba a los franceses y entre ellos, desde luego, a los judíos. Esa conducta patológica no desmerece en absoluto su grandeza literaria, pero lo rebaja a la condición de monstruo, a la que pertenecen por igual Hitler, Stalin, Mussolini y el presidente de Estados Unidos que después de tantos horrores cometió el peor de todos al arrojar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
En la condena a la brutalidad no puede haber atenuantes. Vargas Llosa no parece actuar movido por la razón sino por el odio. Muy pálidos han sido sus reproches a los crímenes de George WC en Irak, pero en cambio no pierde oportunidad para hablar en contra del presidente constitucional de Venezuela, el gobernante latinoamericano económicamente más exitoso si atendemos a las cifras que le atribuyen a ese país un crecimiento anual de 8 por ciento, en promedio.
¿Qué persigue Vargas Llosa en el contexto de la agresión política y militar que la Casa Blanca prepara contra América Latina? Así como en México la ultraderecha se desgañita ladrando que detrás de López Obrador está Hugo Chávez, en Bolivia acusan de lo mismo a Evo Morales, el candidato del Movimiento al Socialismo (MAS) que ganará las elecciones presidenciales del próximo domingo 18 de de diciembre.
Desde que los halcones de Washington advirtieron que la victoria electoral del dirigente indígena sería inevitable, Condolencia Arroz y Donald Rumsfeld, entre otros, han externado su “preocupación” porque “detrás del MAS está Hugo Chávez”. Esa cantaleta falsa, pero reiterativa, tiene objetivos estratégicos. De acuerdo con las leyes bolivianas, si Evo no consigue 50 por ciento del voto ciudadano, los diputados designarán al nuevo presidente de la república mediante negociaciones que permitirán la formación de una mayoría legislativa.
Todo el mundo sabe, incluido Vargas Llosa, que Evo no alcanzará ese 50 por ciento y que los partidos de la derecha, durante la segunda quincena de enero, designarán al ex presidente Jorge Quiroga, un hombre de mano dura, cerebro obtuso, acendradas creencias neoliberales y lealtad absoluta a WC.
Pero todo el mundo sabe también que ese resultado será inaceptable para las grandes mayorías indígenas que se sentirán estafadas por los poderosos y emprenderán la resistencia hasta lograr la caída de Quiroga.
Cuando esto suceda, y por desgracia sucederá, el “único responsable” de la violencia en Bolivia será Hugo Chávez, a quien WC acusará de “exportar la revolución bolivariana”, etcétera. Pero eso no es todo. La insurgencia cívica de ese amado país andino y amazónico se desarrollará a lo largo del primer semestre de 2006 y a la par de las campañas electorales en México. Y Vargas Llosa debe saber sin duda que tanto Felipe Calderón como quien quiera que sea entonces el candidato presidencial del PRI gritarán a los cuatro vientos que eso mismo es lo que nos espera a los mexicanos si López Obrador no sufre una derrota contundente e inapelable.
Al servicio del petróleo
Ante la remota probabilidad de que Evo Morales asuma el gobierno de Bolivia, Estados Unidos logró hace unos días que el ejército de la afligida nación le entregara un juego de misiles balísticos de defensa contra ataques aéreos. Al mismo tiempo, WC trató de impedir que España le vendiera un paquete de aviones militares a Venezuela. Como salta a la vista, la Casa Blanca empieza a esgrimir amenazas bélicas en el subcontinente y quienes en México han adoptado el argumento propagandístico de la presunta identidad política entre Chávez y López Obrador están metiendo a nuestro país en una peligrosa dinámica de guerra.
Excepto quizá Vargas Llosa, nadie ignora que no hay en el mundo una arma biológica más destructiva que George WC Bush. Derrotado por la resistencia patriótica de los iraquíes, carcomido por una crisis que irá paulatinamente agravándose en el intestino de su gobierno, Bush maniobra para que no escapen a su control geoestratégico las colosales reservas de gas natural que hay en la región oriental de Bolivia, cuya envergadura es semejante a las que de petróleo tiene Venezuela.
Como estos datos cruzados bien lo demuestran, Vargas Llosa ha dejado de ser una inteligencia al servicio de la humanidad para transformarse en un defensor de los intereses petroleros de Estados Unidos. ¿No es ésta una de las cosas más tristes que pueden sucederle a un artista? Pero ebrio de las famosas medicinas “amargas pero necesarias” que tan obstinadamente recomienda, por alguna razón que tampoco parece comprensible no advierte que las políticas neoliberales, entre tantas otras desgracias, están convirtiendo a los lectores de literatura en miembros de una especie en extinción.
En México, donde los mexicanos leemos medio libro al año per cápita, la siempre paradójica realidad nos dice al oído que cuando los periódicos resaltan en grandes encabezados la idea central de que Vargas Llosa está contra López Obrador, un altísimo porcentaje de la gente pobre que mira esa noticia no sabe -lo que no deja de ser una honda pena- quién es y qué ha hecho Vargas Llosa y, en consecuencia, no abandonará la esperanza que tiene cifrada en López Obrador. Así de sencillo, así de triste”. (Tomado de http://polemon.mx/el-dia-que-jaime-aviles-puso-en-su-lugar-a-mario-vargas-llosa).
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