
Por Ana Lorena Mendoza Hinojosa/Ciudad de México.- En los últimos años los avances tecnológicos han permitido que las grandes ciudades del mundo incorporen herramientas cada vez más sofisticadas para dotar de mayor seguridad a sus ciudadanos. El uso de avanzados sistemas de videovigilancia con técnicas de reconocimiento facial ha sido uno de los mecanismos más utilizados para intentar construir ambientes más seguros para los pobladores de las grandes urbes.
Según un estudio de Surfshark elaborado en 2020, que incluyó a las 150 ciudades más pobladas del mundo, Londres encabeza la lista con más cámaras de seguridad por kilómetro cuadrado con un total de 399, seguida de Nueva Delhi con 289, Pekín con 277, París con 254 y Guadalajara con 170.
Este esquema de videovigilancia puede llegar a ser muy invasivo para los ciudadanos y suele desplegarse en una línea muy delgada entre las atribuciones del Estado para garantizar la seguridad y la violación de los derechos civiles.
En Londres, por ejemplo, el rostro de las personas puede ser escaneado en varias ocasiones sin su conocimiento y la información facial comparada en tiempo real con la contenida en una base de datos de sospechosos o delincuentes para buscar coincidencias que den lugar, en su caso, a detenciones.
Y en Nueva York, de acuerdo con Amnistía Internacional, la policía puede investigar a las personas que se mueven por la ciudad a través de las más de 15 mil cámaras de reconocimiento facial.
Pero en un afán de mantener el control del caos urbano, ciudades como México, Nueva York, Barcelona y Bogotá, han incorporado a sus sistemas de videovigilancia el uso de drones. México habría incorporado tan sólo en su capital 30 de estos aparatos utilizados en el monitoreo de protestas sociales y búsqueda de personas extraviadas, entre otras funciones, y desde finales de 2018 la policía
de Nueva York cuenta con 14 drones para realizar labores de vigilancia al igual que Bogotá, que lo hace con 20 de estos dispositivos.
La revolución tecnológica para tener ciudades más seguras no solo contempla el uso de drones y cámaras de reconocimiento facial, sino que ha incorporado robots como una alternativa de vigilancia en algunas ciudades del mundo. Singapur es un ejemplo: Desde septiembre de 2021, dos robots policía patrullan sus calles para identificar faltas administrativas como estacionarse en lugares prohibidos y no
respetar la sana distancia instaurada en medio de la pandemia de Covid-19.
La medida ha sido considerada como invasiva por un sector de la ciudadanía al sentirse cotidianamente vigilados aunque el gobierno asegura que su fin es meramente educativo.
La creciente inseguridad en las grandes ciudades del mundo derivó en una hipervigilancia que ha creado constantes tensiones entre la autoridad y la ciudadanía, generando debates relacionados con el derecho a la privacidad de las personas.
En 2018, por ejemplo, la Unión de Libertades Civiles de Nueva York (NYCLU) consideró “una seria amenaza a la privacidad” el uso de drones por parte de la policía.
Pero el uso de la tecnología seguirá siendo la herramienta más socorrida para intentar construir ciudades más seguras, y lo más probable es que se multiplicarán los sistemas de videovigilancia conforme se perfeccionen las técnicas de reconocimiento facial y el uso de drones en un desesperado intento por mantener el control en el caótico espacio urbano
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