Juan Balboa
Fotografía: Carlos Martínez Suárez
San Cristóbal de Las Casas , Chiapas, México.- Nuca se imagino el obispo Samuel Ruiz García que su travesía por Jerusalén, en los años cincuenta, lo volvería a realizar en el año dos mil para despedirse en Tierra Santa como obispo titular de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, una de las más importantes en América Latina.
Tampoco el sacerdote Patricio Arroyo, uno de los religiosos más cercanos a la familia Ruiz García, en León, Guanajuato, pensó que con sus gestiones, primero, para conseguirle una beca en el Seminario de León, y después, en una escuela de Roma, estaba gestando a uno de los obispos más polémicos de México en el presente siglo y sembrador de la semillas de la Teología de la Liberación en Latinoamérica.
A Samuel Ruiz García la suerte lo acompaña desde siempre: su madre embarazada no quiso que su hijo Samuel naciera en la ciudad estadounidense de Colton, California, lugar en donde junto con su esposo Maclovio trabajaban como indocumentados en el corte de la fruta.
“No quiero que mi hijo nazca en estas tierras de sufrimiento”, recordaba, en 1999, María de la Luz Ruiz García, hermana del obispo Samuel Ruiz García, quien murió el 24 de enero de 2011 en la Ciudad de México.
Maclovio Ruiz Mejía, según la hermana de don Samuel –también fallecida y sus cenizas colocadas el miércoles pasado al lado del féretro del obispo emérito de San Cristóbal de las Casas- , había vivido de carne propia el sufrimiento de los mexicanos indocumentados en Estados Unidos, razón por lo cual rechazaba a los vecinos del norte.
En los años treinta, estuvo en primera fila en las luchas campesinas sinarquista de Irapuato. María de la Luz, la hermana que siempre estuvo al lado del obispo Samuel, evoca a su padre como un hombre que rechazaba a los norteamericanos y por eso estaba al lado de los campesinos.
“Era muy justo, él diseño y construyó tabique por tabique la casa en donde vivíamos. A Samuel lo respecto siempre.
“Cuando era joven todos los de su edad lo respetaron y le daban el paso en la banqueta. Para mi padre y Samuel primero estaba Dios antes que otra cosa.
“Mis padres eran como consejeros del barrio. Mi madre (Guadalupe García Esteban) preparaba a los niños para la primera comunión; casaba a los que no lo estaban; a los casados con problemas en su matrimonio los reconciliaba; aconsejaba a los alcohólicos y atendía a los enfermos que no tenían para curar sus enfermedades.
“Todos los problemas del barrio repercutían en la casa”, rememoraba en una entrevista con el reportero realizada en la casa diocesana de San Cristóbal de las Casas en el año 1999, a unos meses de que Samuel Ruiz García dejara de ser el obispo titular de la diócesis de San Cristóbal que presidió durante 40 años.
María de la Luz aseguraba que sus padres se fueron a vivir a San Cristóbal de las Casas, en donde también se encuentran enterrados, con el hijo obispo.
Resalta en la entrevista el “gran respeto” de sus progenitores al hijo y al obispo, y no se le borra de la mente cuando su padre Maclovio decía: “Aún con ese respeto, sé que las nalgas no las tiene consagradas, y si que puedo reprenderlo”.
En la entrevista, la hermana María de la Luz no podría dejar de comparar las bondades de su padre Maclovio con los de su hermano Samuel: “Nunca reclama Samuel, si la comida está mal nada hace”.
Después de cada comida, recordaba, agradece a los indígenas en cada dialecto. Si hay, agregaba, en una mesa extranjeros e indígenas traducía para todos (del tsotsil al inglés; del alemán al tseltal), y remata: “Samuel es como mi padre, justo y bondadoso”.
La relación entre el obispo Samuel Ruiz y su hermana Lucha, como se le conocía en la intimidad de su familia, era fuerte, eterna, grande.
Cuando el obispo Samuel Ruiz García recordaba públicamente la agresión en contra de su hermana, en 1998, siempre expresó una sensación de rabia por el atentado en contra de la vida de la persona con la que compartía y era ajena a los problemas políticos.
En una entrevista realizada en momentos del Diálogo de San Andrés, monseñor Ruiz García se refería con dolor a las agresiones a la diócesis de San Cristóbal y, desde luego, al atentado que sufrió su hermana Lucha, el cual, aseguraba, fue planeado y se pagó por ejecutarlo.
En varias ocasiones el obispo de San Cristóbal de las Casas fue agredido e intentaron asesinarlo. El 5 de noviembre de 1997 (un mes y medio antes de la masacre de Acteal) fue emboscado, junto al obispo coadjutor Raúl Vera, en el municipio de Tila, al norte del estado, por el grupos paramilitares de Paz y Justicia.
La agresión se realizó con armas de fuego y ocurrió a las 18:40 horas, cuando acompañados de 60 personas regresaban de Guadalupe Jonapá, en el momento que transitaban por la comunidad El Crucero, controlado por Paz y Justicia.
En el interior se encontraban el párroco de Tila, Heriberto Cruz Vera (quien fue el animador el miércoles pasado de la misa masiva frente a Catedral por las honras fúnebres del prelado), dos religiosas, varios catequistas de la parroquia y el médico del dispensario.
“Nos recibieron con ráfagas de disparos que provenían del monte a una distancia de unos cien metros de los vehículos en que nos transportábamos”, recuerda en una entrevista el párroco de la Iglesia del Cristo Negro de Tila, Heriberto Cruz Vera.
Días después de la emboscada le pregunte al obispo:
-¿En qué momento sintió usted miedo o temor a una agresión física, existe un sector en especial en quererlo eliminarlo o causarle daño?
-No entiendo la razón de ser de la pregunta ¿Si Cristo como hombre tuvo miedo en Gethzemani, ante su próxima pasión, le resta algo a ella?
“Si hay amenazas, si agredieron de muerte a mi hermana en mi propio domicilio (don dinero ofrecido de por medio y una libertad de rápida para el agresor); si con apoyo de ciertos niveles de autoridad se amenazó con quemar la Catedral y fue agredida la casa episcopal, habiendo sido documentado el caso con numerosas fotografías de quienes lo hicieron. ¿Cabe la pregunta de si hay un sector especial que quiera causar daño?
“Si los agentes de pastoral expulsados con lujo de violencia sigue siendo un hecho vergonzoso, y si permanecen inexplicablemente cerrados varios templos de la diócesis. ¿Cabe aún la pregunta?”
El obispo de San Cristóbal de Las Casas rechazaba que la situación que se dio en 1993 cuando se pidió su traslado, haya tenido causas intraeclesiásticas, pues aseguraba que desde esferas oficiales (el gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari) pidió su remoción de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas.
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