Agencias / MonitorSur, Ciudad de México.- A Zhou Yi se le daban muy mal las matemáticas. Tan mal que quizá nunca lograr entrar en la universidad. Pero, una compañía llamada Squirrel AI apareció en su escuela secundaria en Hangzhou (China) y le ofreció una tutoría personalizada. Él ya había probado las tutorías antes, pero esta era diferente: en lugar de un profesor humano, la tutoría estaría guiada por un algoritmo de inteligencia artificial (IA) que iba a organizar sus clases. Este chico de 13 años decidió intentarlo. Al final del semestre, su puntuación en las pruebas aumentó del 50 % al 62,5 %. Dos años después, obtuvo un 85 % en su examen final de secundaria.
Zhou recuerda: “Antes me aterraban las matemáticas eran aterradoras, Pero gracias a la tutoría, me di cuenta de que realmente no era algo tan difícil. Me ayudó a dar el primer paso hacia un camino diferente”.
Los expertos coinciden en que la IA tendrá un papel importante en la educación del siglo XXI, pero ¿cuál? Mientras muchos académicos debaten sobre ello, China se ha cansado de esperar. En los últimos años, la inversión del país en IA para enseñanza y aprendizaje ha sido enorme. Varios gigantes tecnológicos, start-ups y profesionales de educación se han involucrado en ese campo. Decenas de millones de estudiantes ya usan alguna forma de IA para aprender, ya sea a través de los programas de tutoría extracurricular como Squirrel, de plataformas de aprendizaje digital como 17ZuoYe, o incluso en aulas convencionales. Es el mayor experimento del mundo sobre la IA en educación, y nadie sabe cuál será el resultado.
Silicon Valley (EE. UU.) también ha mostrado su interés en este campo. En un informe del pasado marzo, la Iniciativa Chan-Zuckerberg y la Fundación Bill y Melinda Gates señalaron a la IA como una herramienta educativa en la que merece la pena invertir. En su libro de 2018 Rewiring Education, el vicepresidente de Educación de Apple, John Couch, elogió a Squirrel AI. (Una versión china de este libro fue coescrita por el fundador de Squirrel, Derek Li). Este año, Squirrel también abrió un laboratorio de investigación conjunto con la Universidad Carnegie Mellon (EE. UU.) para estudiar el aprendizaje personalizado a escala y exportarlo a todo el mundo.
Pero a los expertos les preocupa la dirección que esta carrera hacia la IA educativa está tomando. En el mejor de los casos, la IA puede ayudar a los maestros a fomentar los intereses y las habilidades de sus estudiantes. Pero en el peor, podría consolidar aún más la tendencia global hacia una formación y pruebas estandarizadas, lo que provocaría que la próxima generación no esté preparada para adaptarse a un mundo laboral que cambia rápidamente.
La propia Squirrel, una de las mayores compañías de educación con IA de China, refleja esta tensión. Y dado que es una de las mejor preparadas para expandirse internacionalmente, ofrece una ventana sobre cómo los efectos que los experimentos chinos podrían provocar el resto del mundo.
El centro de aprendizaje al que asiste Zhou, uno de los primeros que abrió Squirrel, ocupa la segunda planta de un sencillo edificio en una concurrida carretera comercial en Hangzhou, la segunda ciudad más importante en la provincia de Zhejiang (China). Las paredes de las escaleras están repletas de premios de la compañía. Además, hay grandes fotografías de al menos una docena de hombres: la mitad de ellos son ejecutivos de Squirrel AI y los demás son profesores maestros, un título otorgado a los mejores maestros en China, que ayudan a desarrollar el plan de estudios de la compañía.
La decoración es modesta. El vestíbulo es pequeño y con detalles en verde lima. Las fotos de estudiantes sonrientes cuelgan a lo largo del pasillo entre seis aulas. En el interior, los degradados distintivos de árboles y lemas simples como “Sé humilde” alegran las paredes. No hay pizarras, proyectores ni otros equipos, solo una mesa en cada aula, para seis u ocho personas.
El medio para aprender es el ordenador portátil. Tanto estudiantes como profesores miran atentamente sus pantallas. En un aula, dos estudiantes llevan puestos sus auriculares, absortos en una clase de tutoría de inglés. En otra aula, tres estudiantes, incluido Zhou, toman clases de matemáticas por separado. Resuelven problemas prácticos en una hoja de papel antes de enviar sus respuestas online. En cada aula, un maestro supervisa a los estudiantes a través de un panel en tiempo real.
En diferentes puntos, las pantallas de dos maestros muestran algo que los impulsa a acercarse y arrodillarse junto a la silla de uno de sus estudiantes. Hablan en voz baja, probablemente para responder una pregunta que el sistema de tutoría no puede resolver. Aunque estoy a solo unos metros de distancia, no puedo distinguir sus palabras sobre el suave zumbido del tráfico en la calle de abajo.
“Qué tranquilo todo”, le susurro al pequeño grupo del personal de la escuela y de la compañía que me hacían el recorrido. El director regional de Hangzhou sonríe en lo que interpreto como un signo de orgullo: “No se oyen profesores dando clases”.
El auge de la educación mediante inteligencia artificial en China se debe a tres factores. Primero, las exenciones de impuestos y otros incentivos para las empresas de IA que mejoran el aprendizaje de los estudiantes o la formación de maestros y la gestión escolar. Para los fondos de capital riesgo, esto significa que tales empresas son buenas apuestas. Según una estimación, el año pasado China lideró la inversión en IA educativa con más de 900 millones de euros.
En segundo lugar, la competencia académica en China es feroz. Cada año, diez millones de estudiantes realizan el examen de ingreso a la universidad, el gaokao. La puntuación determina si pueden estudiar un determinado título y dónde, y se considera el mayor determinante de éxito para el resto de la vida. Los padres no dudan en pagar las tutorías o cualquier otra cosa que ayude a sus hijos a salir adelante.
Por último, los empresarios chinos tienen una gran cantidad de datos para entrenar y perfeccionar sus algoritmos. La población es inmensa, las posturas sobre privacidad son mucho más laxas que en Occidente (especialmente si a cambio es posible obtener los deseados beneficios como el rendimiento académico), y los padres son grandes creyentes del potencial de la tecnología, pues han sido testigos de cuánto ha transformado el país en solo unas pocas décadas.
Squirrel se centra en ayudar a los estudiantes a obtener mejor puntuación en las pruebas estandarizadas anuales, directamente relacionadas con la ansiedad nacional sobre los gaokao; Más del 80 % de sus estudiantes repite cada año, aseguran. La empresa diseñó su sistema para que cada vez recoja más datos desde el principio, lo que permite todo tipo de experimentos de personalización y predicción. También publicita sus capacidades técnicas a través de publicaciones académicas, colaboraciones internacionales y premios, lo que lo ha convertido en el favorito del Gobierno local de Shanghái (China).
La estrategia ha impulsado un crecimiento alucinante. En los cinco años desde su fundación, la compañía abrió 2.000 centros de aprendizaje en 200 ciudades y tuvo a más de un millón de estudiantes, lo que equivale a todo el sistema de escuelas públicas de la ciudad de Nueva York (EE. UU.). Ahora planea expandirse con 2.000 centros adicionales en China en un año. También ha recaudado casi 165 millones de euros en fondos. A finales del año pasado, ganó el estatus de unicornio, con un valor superior a los 910 millones de euros.
Squirrel no es la primera compañía dedicada al concepto de tutorías con IA. Los primeros esfuerzos para “replicar” a los maestros se remontan a la década de 1970, cuando se empezaron a usar los ordenadores en la educación. Luego, entre 1982 y 1984, varios estudios en EE. UU. mostraron que los estudiantes que recibieron tutoría humana individual obtuvieron mejores resultados que los que no la recibieron. Esto desencadenó una nueva ola de esfuerzos para recrear ese tipo de atención individual en una máquina. Así aparecieron los sistemas de aprendizaje adaptativo, que ahora se pueden encontrar en todas partes, desde las guarderías hasta los centros de formación en el trabajo.
La innovación de Squirrel se debe a su atomización y escala. Para cada curso que ofrece, su equipo de ingeniería trabaja con un grupo de profesores maestros para dividir el tema en las partes conceptuales más pequeñas posibles. Las matemáticas de la escuela secundaria, por ejemplo, se dividen en más de 10.000 elementos atómicos, o “puntos de conocimiento”, como los números racionales, las propiedades de un triángulo y el teorema de Pitágoras. El objetivo es diagnosticar las brechas en la comprensión de un estudiante con la mayor precisión posible. En comparación, un libro de texto podría dividir el mismo tema en 3.000 puntos; ALEKS, la plataforma de aprendizaje adaptativo desarrollada por McGraw-Hill, con sede en EE. UU., que inspiró a Squirrel, lo divide en aproximadamente 1.000.
Cuando se establecen los puntos de conocimiento, se combinan con conferencias en vídeo, observaciones, ejemplos prácticos y ejercicios. Sus relaciones, cómo se complementan y superponen, se codifican en un “gráfico de conocimiento”, también basado en la experiencia de los maestros profesores.
Un alumno comienza un curso con una breve prueba de diagnóstico para evaluar su comprensión de los conceptos clave. Si responde correctamente a la primera pregunta, el sistema asumirá que conoce los conceptos relacionados con ese tema y seguirá adelante. Después de 10 preguntas, el sistema tiene una idea aproximada de lo que habría que reforzar, y la usa para crear un plan de estudios. Mientras el alumno estudia, el sistema actualiza su modelo de comprensión y modifica su plan de estudios en consecuencia. Cuantos más alumnos usan el sistema, más conexiones nuevas se detectan entre conceptos. Luego, los algoritmos de aprendizaje automático actualizan las relaciones en el gráfico de conocimiento para tener en cuenta estas nuevas conexiones. Aunque ALEKS también hace algo parecido, Squirrel afirma que sus optimizaciones de aprendizaje automático son más limitadas, lo que, en teoría, lo hace menos efectivo.
Squirrel ha ofrecido algunas pruebas para validar su sistema. En octubre de 2017, por ejemplo, un estudio autofinanciado de cuatro días con 78 alumnos de secundaria descubrió que, de media, al sistema se le da mejor en subir la puntuación de los exámenes de matemáticas que a los experimentados profesores que enseñaban a una docena de niños en un aula tradicional.
Los alumnos con los que he hablado también elogian este programa de tutoría. Todos están terminando la secundaria y llevan más de un año viniendo al centro. La alumna Fu Weiyi me cuenta que ha mejorado mucho más rápido ahora que cuando recibió clases particulares de un profesor humano. La joven explica: “Aquí, tengo a un profesor tanto online como offline. Además, la enseñanza es muy específica; el sistema puede identificar directamente los vacíos en mi conocimiento”. Otro alumno coincide: “Con este sistema, no hace falta hacer miles de ejercicios, pero sigue siendo efectivo. Realmente ahorra tiempo”.
Aunque recibo sus palabras con cautela (los alumnos son cuidadosamente elegidos y me contaron sus impresiones bajo una intensa supervisión) me alivia saber que hay una fórmula que capaz de mejorar el, a veces brutal, ambiente escolar. El ejemplo de Zhou Yi, quizás no por casualidad, también ilustra claramente cómo Squirrel puede ayudar a los alumnos con dificultades.
Para el fundador de Squirrel, Li, su enfoque no acaba en las tutorías. Planea salir de las actividades extraescolares e integrar su plan de estudios directamente en las aulas. Squirrel ya está negociando con varias escuelas del país para convertir su sistema en el método principal de enseñanza.
Intento imaginar cómo sería ese mundo y si nos haría mejores. Lanzo una última pregunta a los alumnos: ¿Hay algo que Squirrel pueda mejorar? Después de una larga pausa Fu responde: “Ojalá tuviéramos más interacción con nuestros maestros humanos“.
Todos los expertos en educación con los que hablé para este artículo empezaron destacando lo mismo: para comprender cómo la IA podría mejorar la enseñanza y el aprendizaje, debemos pensar en cómo está cambiando la naturaleza del trabajo.
A medida que las máquinas mejoran en tareas de memoria, los humanos deberemos centrarnos en las habilidades que siguen siendo únicamente nuestras: la creatividad, la colaboración, la comunicación y la resolución de problemas. También deberemos adaptarnos rápidamente ya que cada vez seremos más víctimas de la automatización. Esto significa que el aula del siglo XXI debería mostrar los puntos fuertes e intereses de cada persona, en lugar de impartir un conjunto canónico de conocimientos más adecuado para la era industrial.
En teoría, la IA, podría facilitar este proceso al asumir ciertas tareas rutinarias en el aula, lo que liberaría a los profesores para que presten más atención a cada alumno. Hay diferentes hipótesis sobre cómo sería eso. La IA podría enseñar ciertos tipos de conocimiento mientras que los humanos se centrarían otros; o tal vez ayudaría a los profesores a realizar un seguimiento del desempeño de los alumnos o aumentaría el control de los estudiantes sobre su propio aprendizaje. En cualquier caso, el objetivo final es una enseñanza profundamente personalizada.
El enfoque de Squirrel puede producir excelentes resultados en la educación tradicional, pero los expertos con los que hablé aseguran que no puede preparar a los alumnos para que sean flexibles en un mundo cambiante. “Hay una diferencia entre el aprendizaje adaptativo y el aprendizaje personalizado”, afirma el profesor de la Universidad de Harvard en el Programa de Tecnología, Innovación y Educación Chris Dede. Explica que Squirrel se centra en el aprendizaje adaptativo, que consiste en “entender exactamente lo que los alumnos saben y lo que no”. Pero no presta atención a lo que los alumnos quieren saber o cómo aprenden mejor. El aprendizaje personalizado tiene en cuenta sus intereses y necesidades para “organizar la motivación y el tiempo de cada alumno para que pueda progresar”.
La profesora de la Universidad de Arte y Diseño de Ontario (Canadá) Jutta Treviranus, que fue pionera en el aprendizaje personalizado para mejorar la inclusión en la educación, lo desglosa aún más: “El aprendizaje personalizado tiene varios niveles”, a los que llama ritmo, camino y destino.
Si el ritmo de aprendizaje se personaliza, a los alumnos con diferentes habilidades se les deja distintos tiempos para aprender el mismo temario. Si el camino es personalizado, los alumnos pueden recibir diferentes motivaciones para alcanzar los mismos objetivos y el temario se les ofrece en diferentes formatos (por ejemplo, vídeo versus texto). Si el destino es personalizado, los alumnos pueden elegir, por ejemplo, si quieren estudiar para entrar en una FP o en una universidad.
Treviranus amplía: “Necesitamos que los alumnos comprendan su propio aprendizaje. Deberían determinar lo que quieren aprender, y hace falta que aprendan como aprender. La IA de Squirrel no resuelve nada de eso. Solo ayuda a que llevar a todos los alumnos al mismo lugar estandarizado sea más eficiente”.
Eso no significa que los sistemas de aprendizaje adaptativo no tengan un lugar en el aula del siglo XXI. El colega de Dede David Dockterman cree que su importancia en la formación de las personas sobre el conocimiento estructurado sigue siendo valiosa. Pero sería un error convertirlos en el “maestro” predominante en el aula. El experto señala: “Los tipos de actividades de memoria —recuperación de conocimientos, adquisición de habilidades— que son más fáciles de enseñar con un tutor inteligente también es lo que se logra más fácilmente mediante una máquina inteligente”.
Li, el fundador de Squirrel, es alto y flaco y tiene marcados los pómulos. Cuando habla inglés, termina cada poca frase con “¿Verdad?” para asegurarse de que estamos de acuerdo. Cuando habla mandarín, sus palabras se suceden el doble de rápido.
Una semana después de mi visita al centro de aprendizaje, me encontré con él en la sede de Squirrel en Shanghái. Al estilo de showman discreto, me hace el gran recorrido. La sencillez del centro de aprendizaje contrasta con la decoración de esta oficina: cada pared cuenta con diferentes detalles sobre la empresa y sus hitos. Hay una pared con todas sus apariciones en prensa. En otra aparecen todos sus premios. En otra pared se ven algunos ejemplos de estudiantes que fueron considerados “sin esperanza” y fueron salvados gracias a Squrirrel.
Unos pasos más allá de la primera puerta, Li señala una pantalla que reproduce un vídeo en bucle. Es un programa que compara el sistema de tutoría de Squirrel con el de un maestro humano. Tres de los alumnos del profesor, a los que él ha enseñado durante tres años, se paran junto a él en el escenario para resolver problemas. El sistema y el maestro compiten para predecir cuáles acertarán. Li no espera a que termine el vídeo para revelar la conclusión: “En tres horas entendemos a los estudiantes mejor que en los tres años que pasaron con los mejores maestros”.
En la pantalla, el profesor aparece cada vez más abatido y humillado. “Parece tan triste”, le comento. “¡Se ha dado cuenta!” Li se ríe.
Gran parte de la filosofía de Squirrel proviene de las propias experiencias de la infancia de Li. Recuerda que cuando era joven, no tenía muy buena inteligencia emocional, y leer libros sobre ese tema no le ayudó. Así que pasó medio año dividiendo esa habilidad en 27 componentes diferentes y se entrenó en cada uno de ellos. Se entrenó para ser más observador, por ejemplo, y para ser un conversador interesante (“Pasé mucho tiempo buscando 100 temas, así que tengo mucho material para hablar con otros”, destaca). Incluso se entrenó para seguir sonriendo cuando otros le critican. (“Después de eso, nunca he tenido enemigos”.) El método le dio los resultados que quería, junto con la firme creencia de que con esta estrategia se puede enseñar lo que fuera.
Li usa una analogía para exponer su postura final: strong>”Cuando prevalezca la educación con IA, los maestros humanos serán como pilotos”. Esto significa que supervisarán los indicadores mientras el algoritmo vuela el avión, pero . De vez en cuando, cuando haya una alerta y un pasajero entre en pánico (por ejemplo, un estudiante es intimidado), el profesor podrá intervenir para calmar la situación. “Los maestros humanos se centrarán en la comunicación emocional”, afirma.
Li cree que esta es la única forma de elevar la inteligencia colectiva de la humanidad. Confiar cualquier otra cosa a los maestros podría “dañar a los genios”. Él aplica esta filosofía con sus propios hijos, y usa Squirrel siempre que puede. Para demostrar que su método funciona, destaca con orgullo que sus gemelos de ocho años, que están en el segundo curso de primaria, están aprendiendo física de octavo. “Solo los sistemas adaptativos podrían hacer este tipo de milagros”, sostiene.
Squirrel ya exporta su tecnología al extranjero. Ha creado su reputación internacional apareciendo en algunas de las mayores conferencias de IA del mundo y contando con colaboradores reconocidos del MIT, Harvard y otros prestigiosos institutos de investigación. Li también ha reclutado a varios estadounidenses para que integren su equipo ejecutivo, con la intención de entrar a Estados Unidos y Europa en los próximos dos años. Uno de ellos es el decano de informática en Carnegie Mellon, Tom Mitchell; otro es el exdirector del departamento de Experiencia de Usuario y Equipos Editoriales de ALEKS Dan Bindman.
Treviranus teme que la filosofía educativa de Squirrel refleje un error más amplio en la búsqueda de la educación inteligente en China: su énfasis en la formación y las pruebas estandarizadas. “La tragedia de los experimentos chinos es que llevan al país a un punto educativo del que se aleja cualquier pedagogo progresivo o sistema educativo”.
Pero cree que China también tiene una de las mejores oportunidades para inventar un ambiente de aula más respetuoso con los maestros y centrado en el alumno. El país tiene menos arraigo que Occidente a los modelos de educación más antiguos y está mucho más dispuesto a probar nuevas ideas. La experta señala: “China debería buscar una forma completamente diferente de IA”. La pregunta es: ¿qué significa eso?
La respuesta puede estar a solo 20 kilómetros de la sede de Squirrel, frente al río Huangpu que atraviesa Shanghái. Allí, el experto en educación infantil Pan Pengkai lleva a cabo experimentos de diferente naturaleza. Lleva casi dos décadas pensando en cómo usar la IA en educación. Hace 15 años, fundó su primera compañía de tecnología educativa en China después de obtener su doctorado en el MIT Media Lab. Inspirado por su experiencia en la escuela de posgrado, se centró en crear herramientas para aprender inglés. El investigador detalla: “La innovación viene de la diferencia. Eso es exactamente lo que le falta a China. Si somos capaces de hablar varios idiomas, podemos hablar con diferentes personas y comunicar diferentes ideas”.
Pan dirige Alo7, una empresa de tecnología educativa para alumnos de hasta 12 años con la misma misión de enseñar inglés. Sin embargo, a diferencia de muchas otras empresas, quiere alejarse del aprendizaje orientado a pruebas para fomentar la creatividad, el liderazgo y otras destrezas sociales. La compañía ofrece productos y servicios para aulas tanto físicas como digitales. Tiene una plataforma de aprendizaje online y una colección de libros de texto, que ayudan a los estudiantes a aprender y practicar sus habilidades lingüísticas. También tiene un servicio que conecta hasta tres alumnos a través de vídeo con tutores de inglés en el extranjero para clases grupales regulares. Hasta la fecha, ha atendido a unos 15 millones de estudiantes y maestros y se ha asociado con 1.500 instituciones a nivel nacional.
A diferencia de Squirrel, la plataforma de aprendizaje online de Alo7 está pensada para ser un complemento del aula tradicional. El conocimiento obtenido mediante ejercicios a través del aprendizaje adaptativo, como las palabras de vocabulario, se practica en casa con la aplicación. También las destrezas como la pronunciación, que se pueden perfeccionar mediante algoritmos de reconocimiento de voz. Pero todo lo que requiera creatividad, como escribir y conversar, se aprende en el aula. La contribución del profesor es vital. Pan ofrece un paralelismo: “Se utiliza mucha tecnología médica en los hospitales, pero no podemos decir que la máquina sea mejor que el médico. Sigue siendo una herramienta de ayuda para un médico.
La finalidad fundamental de Pan para la IA en la educación es eliminar por completo las pruebas estandarizadas. El responsable pregunta: “¿Por qué evaluamos a las personas durante dos o tres horas para determinar si son buenas o malas en algo?”. Cree que, con el tiempo, la IA creará entornos de aprendizaje flexibles que serían igual de buenos para los alumnos sensibles y creativos como para los minuciosos y analíticos. La educación ya no será una competencia, opina.
El año pasado, Alo7 empezó a experimentar todavía más. Añadió análisis de cara y voz a sus sesiones de tutoría mediante vídeos para crear un resumen de cada lección. Los algoritmos miden el tiempo que los alumnos hablaron inglés, la precisión de su pronunciación y los indicadores básicos de su compromiso y alegría, como la cantidad de veces que abrieron la boca para hablar y reír. A principios de este año, la compañía creó varias aulas físicas equipadas con cámaras y micrófonos para producir análisis similares. Los profesores también reciben informes sobre su propio trabajo.
Fui a ver una de las aulas inteligentes de Alo7 por mí mismo. Es pequeña pero llena de color. Las paredes pintadas con las mascotas de la compañía, cinco compañeros de dibujos animados con personalidades distintas, que aparecen en todos los materiales educativos de la empresa. No hay mesas ni sillas, solo un banco a lo largo de la pared del fondo. En la parte delantera hay una pizarra y dos televisores para mostrar el plan de estudios del día.
En ese momento no había clase, pero un empleado de la compañía me enseñó algunos vídeos cortos de clases de primaria. En uno, seis estudiantes se sientan en un banco y practican la pronunciación de nombres de diferentes animales. “¡Pájaro, pájaro, pájaro!”, cantan con su profesora mientras ella agita los brazos como alas. “¡Tortuga, tortuga, tortuga!”, continúan mientras la pantalla cambia la imagen a una tortuga de dibujos animados. Las interacciones profesor-alumno parecen ser el elemento principal; la IA se funde deliberadamente, sin ser notada, en la parte posterior.
Dede explica que el tipo de datos generados en un aula inteligente podría ser útil, pero advierte que las cámaras y sensores también podrían juzgar incorrectamente las emociones o el estado mental de los alumnos, y que las aplicaciones con poca base científica podrían conducir a un exceso de vigilancia. Pan está de acuerdo en que es importante tener cuidado: “Es por eso que proporcionamos los datos a los profesores, pero no a los alumnos, porque aún no hemos realizado las pruebas científicas”.
Pan asegura que no tiene planes de expandir Alo7 más allá de China. El mercado local ya le parece desafío suficiente para vender una filosofía educativa que va en contra de la corriente principal. Pero ha empezado a ver un cambio en la postura nacional. A medida que los líderes gubernamentales buscan nuevas formas de estimular la innovación, la idea de una “educación orientada a la calidad” que enfatice la creatividad y las artes ha ganado fuerza.
En febrero del año pasado, el Ministerio de Educación de China aprobó una serie de reformas, incluidas unas licencias más estrictas para los tutores, destinadas a reducir la obsesión por las pruebas. A principios de agosto, el Gobierno también dio a conocer una serie de pautas para centrarse más en la educación física, moral y artística, y menos en los exámenes. Aunque los críticos señalan que todavía no ha eliminado el gaokao, Pan es optimista sobre su voluntad de cambio. Alo7 también está preparado para ayudar al país a buscar nuevos caminos a seguir.
El responsable concluye: “Queremos cambiar el futuro de la educación china con tecnología”. El actual experimento masivo de China con IA dedicada a la educación, y las decisiones que debe tomar, también podrían cambiar la educación del resto del mundo.
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